Diez años de elibom.com

Hace diez años, inspirados en la leche Klim, fundamos Elibom1.

La idea surgió durante los años oscuros de universidad. Esos años que amenazaron mi interés por la programación con complicados procesos de ingeniería de software que hoy nadie utiliza2 y que rebajan la programación a pegar ladrillos con cemento. Ahí conocí a mis tres socios.

Por esa época llegaba Ola a Colombia, un nuevo operador que prometía una nueva tecnología: Internet móvil. El tema nos parecía interesante y sabíamos que el sector tenía potencial. Y eso fue suficiente para empezar. Sin una idea concreta constituimos la empresa: arrendamos una diminuta oficina y compramos tres computadores (no nos alcanzó para el cuarto).

Utilizando los contactos de nuestros padres y amigos empezamos a reunirnos con personas en diferentes empresas. Les agradecíamos por recibirnos y les contábamos la idea que teníamos. Algunos nos proponían proyectos específicos, otros nos conectaban con otras personas. Otros simplemente nos ignoraban.

Fue una buena forma de empezar. Hoy en día muchos inician con una idea muy concreta pero a veces es mejor empezar con algo más general e intentar encontrar puntos de dolor. Por ejemplo, si está interesado en ayudar a las empresas a conocer y motivar a sus empleados, reúnase con posibles clientes antes de implementar el producto. Muéstreles las posibilidades y lo que están haciendo en otros países. Pero recuerde que la verdadera retroalimentación vendrá de aquellas personas que tienen que enfrentar los problemas del día a día.

Eso nos pasó en Elibom. Aunque para ese momento los mensajes de texto ya eran una tecnología obsoleta, encontramos que a muchas empresas les llamaba la atención pero ninguna los estaba utilizando. No es que les preguntáramos directamente, el tema simplemente surgía durante la reunión. Era el momento perfecto porque la penetración celular había alcanzado niveles decentes que hacían atractivo el medio. Y así aprendí que la idea es importante, pero el momento es crítico. De nada vale tener una gran idea si la tecnología o el mercado no están listos.

En 2005 aplicamos al Fondo Emprender, un programa del gobierno Colombiano que financia iniciativas empresariales de jóvenes emprendedores. Para asegurar que fuéramos seleccionados propusimos metas muy agresivas, sin saber que si no las cumplíamos tendríamos que devolver la plata. Cuando nos enteramos de ese pequeño detalle entramos en pánico. Teníamos que facturar 10 o 15 veces más el siguiente año para pasar … raspando. La mano me temblaba mientras firmaba el pagaré que se haría efectivo si no lo lográbamos. Lo único que me tranquilizaba es que los cuatro estábamos metidos en ese enredo.

Con esa plata arrendamos una oficina más grande, hicimos nuestras primeras contrataciones de personal y vendimos mucho más de lo que esperábamos, superando -por muy poco- las metas propuestas. El Fondo Emprender continúa pero a muchos los ahuyentan las condiciones. Talvez nosotros tampoco nos hubiésemos arriesgado de haberlas conocido. La ingenuidad es una virtud a la hora de emprender.

– A finales del 2008 el sueño se derrumbó. El afán de expandir el equipo y crear nuevos productos nos desenfocó del negocio principal: los mensajes de texto, que seguían manteniendo toda la operación y pagaban los sueldos de todo el equipo. No nos dimos cuenta que dependíamos de solo dos clientes. Dos clientes que se acababan de ir con la competencia.

El 27 de Abril del 2009 tomé la gerencia de la empresa con sólo algunos meses de liquidez. La verdad es que no había mucho que perder. Igual íbamos a quebrar. Cualquier cambio que hiciera sólo podía ser positivo. Fue un gran reto.

Empecé por despedir a la mayor parte del equipo. Eso fue difícil. Pero afortunadamente todos entendieron y encontraron nuevos empleos rápidamente. Sin equipo, tuve que cerrar varios productos y llamar a cada uno de los clientes a decirles que tenían que cambiar de proveedor. Muchos dependían de esos productos y me lo hacían saber. No estaban contentos.

Mi idea era reducir la operación y enfocarnos nuevamente en los mensajes de texto. Pero seguían surgiendo nuevos negocios relacionados a los productos que estaba intentando cerrar! Negocios que podían aliviar la crisis financiera momentáneamente pero que no nos aportaban nada en el largo plazo. ¡Qué difícil fue aprender a decir NO!. Pero en el fondo sabía que era la única forma de enfocarnos y sacar la empresa adelante. Era la única forma de cambiar lo que llamo la cultura de negocio, cortoplacista por naturaleza, y reemplazarla por una cultura de producto, en dónde todas y cada una de nuestras acciones hacen parte de algo mucho más grande, de una visión a futuro.

Aprender a decir NO hizo mucho más fácil los tres años que estuve al frente de la empresa. Y mi vida. Entendí que lo importante es tener una visión clara y creer en ella. Las decisiones se vuelven mucho más fáciles.

Poco a poco la empresa se empezó a recuperar, pero esa sensación de que quebraríamos permaneció en mí. Y así como el empleado que no le importa ser despedido es arriesgado y tiene iniciativa, así empecé a tomar las decisiones. Y así las seguimos tomando. Es lo que no enseñan las universidades ni los MBA: a tomar las decisiones difíciles que pueden cambiar la empresa.

– Han sido diez años, diez años que llenaron mis veintes con historias interesantes de todo tipo. Diez años creando esta pequeña empresa poco conocida que mantiene mi estilo de vida, que me permite vivir donde quiera y experimentar infinitamente.

Me siento muy orgulloso de lo que hemos construido. Tenemos una plataforma sólida, un equipo genial y cientos de fabulosos clientes que envían millones de mensajes al mes.

Es el momento perfecto para volvernos a arriesgar en grande …

  1. Lea las dos marcas al revés.

  2. Los siguen utilizando empresas que no les interesa la tecnología: bancos, grandes aseguradoras, empresas mineras, etc.

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