El efecto del colegio en la creatividad
Talvez el estudio más importante sobre creatividad realizado hasta ahora ha sido el de Mihaly Csikszentmihalyi -no intente pronunciarlo- resumido en su libro “Creatividad: Flujo y la Sicología del Descubrimiento e Invención” que fue publicado por primera vez en el 96’. El estudio se basa en 91 entrevistas a personas creativas, reconocidas internacionalmente, cuyo trabajo ha impactado de una u otra forma nuestras vidas.
Entre los diversos hallazgos hay uno que llama especialmente la atención: el efecto del colegio sobre las vidas de los entrevistados. El siguiente extracto del libro resume el resultado:
Es extraño el poco efecto que el colegio \-incluso el bachillerato\- parece haber tenido en la vida de personas creativas. Muchas veces uno siente, si algo, que el colegio amenazó con extinguir el interés y la curiosidad que el niño había descubierto fuera de las paredes. ¿Qué tanto contribuyeron los colegios a los logros de Einstein, Picasso, o T.S. Eliot? El registro es bastante sombrío, especialmente considerando todo el esfuerzo, los recursos, y la esperanza que hemos puesto en nuestro sistema de educación formal.
Lo verdaderamente extraño es que el autor le haya parecido extraño ese resultado. Pero recordemos que no fue sino hasta el 2006 -cuando Sir Ken Robinson dio la popular y polémica charla en TED sobre cómo los colegios matan la creatividad- que la percepción de los colegios cambió.
¿Cómo lograron estas personas mantener su creatividad durante los oscuros años de colegio? Hay diferentes respuestas. Algunos mencionan a profesores individuales que los inspiraron, o que notaron y promovieron sus habilidades con un trato especial. Pero la gran mayoría no tiene ningún recuerdo de algún profesor que los haya impactado. Para muchos fueron años difíciles de soledad y rechazo que utilizaron para cultivar sus habilidades.
Tampoco es de extrañar que ninguno de los entrevistados haya sido popular en el colegio. Ser popular es un trabajo de tiempo completo que requiere adaptarse a un círculo monocromático de amistades al punto de renunciar a su propia identidad. Y todavía hay algunos que no logran entender cómo es que todos terminan vistiéndose, peinándose y hablando de la misma forma. ¿Por qué no les enseñamos a nuestros hijos que está bien ser diferentes? ¿Que no hay necesidad de encajar? ¿Que el colegio no es el mundo real y sólo es una sociedad artificial creada con el propósito de dejar trabajar a los adultos mientras ellos llegan a una edad productiva?
Lo más triste, como lo articula Paul Graham en su ensayo “Por qué los nerdos son impopulares”, es que los jóvenes que no se adaptan se sienten miserables. Sienten que algo está mal con ellos.
Si algún adulto volviera al colegio no le importaría lo que sus compañeros pensaran. No intentaría adaptarse porque se daría cuenta de lo artificial del contexto. Pero para los jóvenes ese es el mundo real. Y nadie les dice lo contrario.
Tiene sentido que ninguna de las personas creativas del estudio haya sido popular en el colegio. Son personas que no se adaptan. Al contrario, son las que desafían el status quo, las que toman riesgos, las se apasionan por el aprendizaje, las que rompen paradigmas, y lo más importante, las que nunca dejan de ser curiosas.
Ese es el problema del colegio. El alumno inteligente y estudioso lo odia porque su condición lo hace impopular. Y el popular también lo odia porque lo obligan a estudiar, distrayéndolo de su objetivo principal. No es interesante para ninguno.